Establecido el 22 de abril de 1970 para hacer hincapié en la necesidad de preservar los recursos naturales del planeta, el Día de la Tierra, o Día del Corazón, se ha convertido en un acontecimiento mundial que nos recuerda una capacidad hasta ahora inigualable del ser humano: la de devastar cualquier hábitat.
Entre montones de residuos no biodegradables por todas partes, vertidos de sustancias tóxicas en el agua, el aire y el suelo, deforestación sin sentido, asfaltado hasta donde alcanza la vista y construcción de hormigón incluso donde no se puede, en fin, el hombre ha conseguido enemistarse con el pobre y desgraciadamente sufrido planeta Tierra.
Asistimos a un empobrecimiento continuo y sin sentido que es reflejo del marchitamiento emocional de la especie humana, cada vez más desconectada y asincrónica con la Naturaleza.
Y admitámoslo: si la naturaleza se vuelve en contra y responde con cambios climáticos, inundaciones, terremotos y huracanes, por algo será.
La Terra sta utilizzando i mezzi di cui dispone per riprendersi i suoi spazi e ripristinare gli equilibri che la scelleratezza delle attività umane ha compromesso.
Los catastrofistas afirman que «la humanidad merece la extinción» y, después de todo, al haber llegado la última a la Tierra, es evidente que el planeta no nos necesita desde hace millones de años.
La Tierra intenta librarse del hombre como se hace con los parásitos, y cuando nos haya erradicado, seguirá sobreviviendo sin nosotros, como ha hecho siempre desde antes de que empezáramos a saquearla y expoliarla.
Sin embargo, aún estamos a tiempo de intentar hacer las paces con la Tierra y poner en práctica un comportamiento virtuoso que afecte positivamente a quienes nos rodean, dirigiendo los acontecimientos y contribuyendo al cambio.
Pero es absolutamente urgente poner la naturaleza en el centro de nuestras preocupaciones y la economía a su servicio.
Persistir en la dirección contraria no es más que una estrategia suicida. Pero tal vez, no todos los males lleguen a dañar.